Memorias del Hospital San Borja
(Memorial
del Convento San Francisco de Borja)
por Lazaro Wisnia Gurovich
- Un mundo de color de rosa.
- Una medicina de sacrificio y tradicion altruista
- Un internado rotatorio en más de un sentido
Un mundo de color de rosa.
Querido Guillermo:
Tu visita de hace unos días a Los Ángeles y el haber podido departir
contigo y tu señora unas horas llenas de un amigo y colega, en una cena en la casa de Jose Luis y Karen y
luego en mi casa, ha sido no solo muy grato para mi, pero también una ocasión para
despertar muchos recuerdos perdidos en las sombras del pasado. Me di cuenta también que muchos de estas
memorias se están disipando con el pasar del tiempo, como es de esperar muy a
pesar nuestro. No solo el tiempo va transcurriendo inexorablemente, pero además
esta el agravante uno natural, que muchos colegas y compañeros ya han
desaparecido de nuestras vidas , y el otro agravante no tan natural pero
producto de lo que muchos llamarían el modernismo o el progreso, --o en su
defecto, uno de los grandes negociados de los agentes de propiedad--el
venerable hospital San Francisco de Borja, de mas de doscientos años d
existencia fue finalmente demolido, y su ubicación geográfica en la ciudad, un
pedazo muy valioso de propiedad inmueble, enorme en su extensión, fue utilizado
para desarrollo urbaño, con la aparición de Las Torres del San Borja. En mis visitas a Chile, siempre que ocurre
que paso cerca en un auto o bus, o raramente caminando, no puedo dejar buscar
en mi interior ese pedazo mas bien grande de propiedad afectiva que mi corazos guarda
muy dentro como una joya incomparable y que atesoro con mucho cariño.
Me imagino que en las buenas o en las malas uno debe aceptar la realidad
que una propiedad geográfica tan bien ubicada en el centro mismo de la ciudad,
no podía tarde o tempraño resistir los embates de la modernidad, y estaba
destinada a ser reemplazada por proyectos mas inmediatos como las viviendas de
los complejos de departamentos de las Torres. El problema por tanto no está en la
realidad si no mas bien en las mentes de algunos como yo --y tu también talvez--,
que nos negamos a aceptar que las cosas cambien, incluso cuando puede ser para
mejor en algunos casos. Pero más de eso luego.
Estos Hospitales --que eran en realidad pertenecientes en ese entonces
al SNS, Servicio Nacional de Saludad, y que mantenían convenios con la
Universidad de Chile, para el desarrollo de la Medicina Académica, docente--,
eran mas bien Hospitales gigantescos. No tengo cifras exactas, pero es fácil
imaginar que cualquiera de estas instituciones tenía –y tienen—unas mil o dos
mil camas pacientes. (Esto comparado con los hospitales privados en
que yo trabajo aquí en Los Ángeles que solo manejan en la gran mayoría
solamente de cien a trescientos pacientes camas). Estos mamuts
de hospitales gigantescos prestaban un
servicio enorme y de mucho valor asistencial y docente, considerando las
condiciones económicas chilenas, en realidad excelente por la mayor parte. Y
esto gracias a la dedicación de generaciones de profesionales médicos que
entregaron literalmente sus vidas a la academia y a la salud de sus enfermos.
(Y en esto te incluyo a ti querido Guillermo, o Willie como nos gusta llamarte
en privado)
Comencé mi internado rotatorio el primero de Marzo de 1966, y permanecí
en ese Hospital por los siguientes diez años de mi vida, con un intermedio de
un poco mas de un año, cuando migramos —Aliyah—a Israel, en Octubre de 1970 y
luego retornamos en Enero de 1972, reintegrándome yo a mi puesto en el Hospital
en la misma posición que había dejado, con la experiencia agregada de un
entrenamiento en otro país. Finalmente a los finales del 75’, me vine a Los Ángeles,
--Los Ángeles- California, no Los Ángeles-Temuco como pensó algún colega o amigo cuando le conté
que viajaba nuevamente--a un fellowship por un año solamente en la especialidad
de Urología, y ocurrió en una forma inversa a lo planeado en mi salida
anterior, esta vez, para bien o no, termine quedándome toda mi vida en este país.
Este periodo de diez años está lleno de episodios importantes en mi vida
personal, profesional así como los hechos políticos que ocurrieron en Chile en
esos años y que nos afecto a todos en diversa medida, algunos con unos inconvenientes
solamente, a otros con problemas importantes, y finalmente a muchos con
tragedias irreversibles en sus vidas y
en las vidas de sus seres queridos. Ocurrieron
muchas cosa que si alguien hubiera anticipado en parte siquiera en los años anteriores
a los hechos, ese individuo iluminado por la visión de lo que venia, hubiera sido tildado de loco o tremendamente
desubicado de la realidad, al menos si se le hubiera ocurrido pensar que hechos
como los que acontecieron habían de tener lugar. Un trastorno tal de la
realidad de un Chile para muchos al
menos en la clase media, un Chile de ensueño, confortable, calido, seguro,
lleno de amigos y parientes queridos, y en una ciudad bastante atractiva para
vivir, al menos para un profesional que comenzaba como yo. Adelantándome un
poco a los hechos, solo menciono como “colateral” las separaciones de las
familias de los seres queridos, y los cambios profundos y dolorosos en la vida
de mucha gente, muchos en Chile mismo, muchos que emigraron voluntariamente o
no, no considerando los que sufrieron destinos mas trágicos, todo lo cual ahora es del conocimiento publico. Todo esto fue u terremoto en nuestras vidas, en todas las
circunstancias individuales imaginables. Y nada d e eso se veía como un futuro
posible en esos años en que yo entre como Interno al Hospital San Borja, en
Marzo del año 1966. El mundo era de color de rosa...
Una medicina de sacrificio y tradicion altruista
Existía por la mayor
parte un espíritu de entrega total a la comunidad, que se manifestaba por una dedicación
completa y absoluta a la medicina hospitalaria, sin atención ninguna a la posibilidad
de ejercer en forma privada—“medicina particular o privada” la llamábamos con horror--. Estos
sentimientos altruistas hoy en día parecen ingenuos y simplistas por decir lo
menos, en una sociedad que ha cambiado radicalmente, y en la que el que acumula
una cantidad importante de bienes materiales es por que ha mostrado su falta de
inteligencia o su error de entendimiento en la vida real. Pero ese era en
realidad el espíritu magnánimo—de verdad ingenuo mas bien en una sociedad de
tremendos abusos por fuerzas económicas fuera de nuestro alcance, como lo discutiremos mas adelante—que reinaba por la mayor parte entre los médicos
que primero entrenamos y luego una vez graduados nos integramos a los cuadros académicos
de planta en estos Hospitales. Se miraba con reserva y hasta con cierto aire de
superioridad, a los pocos colegas que practicaban fuera del Hospital, en la
medicina privada. Se les adjudicaba términos como “vendidos al oro de la Clínica”
y otros términos menos elegantes. Me recuerdo un colega un poco mayor, haberlo
encontrado una vez al mediodía, en el Centro caminando rápido, y me confeso
bastante azaroso, que tenia que llegar luego al consultorio de esta o aquella Caja
de Salud, que le pagaba extra, además de su sueldo completo de la Universidad,
pero que el ejercía durante las horas contratadas en el curso del día. Y esto
dicho como una confidencia más bien, no para comentarlo en el Hospital al día
siguiente. Con el tiempo se empezó a aceptar que los mediaos universitarios de
horario completo, pudiéramos tener unas horas extras en los lapsos que quedaban
después de terminados nuestros horarios, a las cinco o seis en adelante, para
practicar una medicina privada de tiempo parcial, unas pocas horas a la semana.
En realidad los sueldos de Hospital y de la Universidad eran bien limitados, y
la mayoría de los médicos apenas podían sobrevivir ellos y sus familias con
estas remuneraciones y no quedo mucha alternativa, pero la mayoría de nosotros,
con repugnancia al comienzo, termino teniendo sus practicas vespertinas, que en
las pocas horas que uno tenia disponibles, daban una compensación económica muy
necesitada para pasar el mes. El publico en general no tenia el concepto de médicos
viviendo una vida modesta, por que todos nos esforzábamos por presenta una
imagen de confort que no correspondía a la realidad.
Yo una vez graduado y
con tiempo completo entre la Universidad y el SNS, apenas podía sobrevivir,
incluso con lo que me daba una practica privada limitada. Siempre estuve al
tres y al cuatro, apenas pagando los gastos del mes, y buscando siempre como
aumentar mi clientela, cosa que era bien difícil para la mayoría de los
colegas. Es cierto que había médicos millonarios, pero era una elite unos pocos
privilegiados, que obviamente defendían sus turf celosamente, y nadie mas podía
participar de esa abundancia. El resto de nosotros, simples mortales, estaba
siempre corriendo de un trabajo a otro, hasta horas tardías de la noche, para
mantener un estilo de vida decente para un profesional. Sin embargo en mi caso
personal yo nunca salí de la Citroneta, y del departamento que estaba ubicado
en un área muy hermosa en Las Condes solamente gracias a que lo compramos con
la ayuda financiera de mi suegro. Cuando la familia empezó a crecer con la
llegada de los hijos, busque la posibilidad de cambiarme del departamento a una
casa, como la mayoría de la gente de nuestro medio, y me encontré con la
realidad que esto estaba totalmente fuera del alcance de mis medios económicos,
no solo en ese entonces, si no también en las proyecciones financieras por los
siguientes diez o quince años, a no ser que me llegara dinero en forma milagrosa
de alguna otra parte, poco esperable puesto que yo venia de una familia bien
modesta.
Un internado rotatorio en mas de un sentido
De acuerdo al sistema
imperante, el internado era rotatorio entre las especialidades básicas, que
incluía Medicina y cirugía cuatro meses en cada una, y dos meses en Obstetricia
y Pediatría. En esa forma se contemplaba que para el momento de recibirse el
medico había tenido suficiente experiencia en estas ramas fundaméntale de la
salud, y podría enfrentar en forma satisfactoria los problemas de salud de la
comunidad. Además estaba la realidad de la especialización, a los que la
mayoría optaba, algunos inmediatamente terminada la carrera con su internado,
otros muchos eligiendo el camino mas largo, pero casi ineludible para la
mayoría, de irse primero a trabajar como medico general, --Medico General de
Zona era el cargo oficial--, y así ganarse después de tres años el derecho a
volver a Santiago a un hospital académico y hacer la especialidad de su
preferencia. En esa forma se pretendía satisfacer ambos a las necesidades del
país y de la comunidad de proporcionar médicos para ala atención generalizada
así como luego de esa estadía de tres años dar la oportunidad a los que
quisieran de hacer una especialidad dedicada, que dependiendo del campo que
eligiera, podría ser esta de entre tres a cinco años de entrenamiento, y
recibiendo por supuesto sueldo completo, que para la inmensa mayoría era la
única fuente financiera de mantenerse ello mismos y una familia que crecía con
los años.
Muchos de esos
especialistas volverían a provincia a entregar sus servicios de alta calida a
la comunidad, otros harían lo mismo pero en los Hospitales académicos de
Santiago, incorporándose a la planta docente y haciendo una carrera
universitaria exclusiva por el resto de su vida profesional.
Yo no iba destinado al Hospital San Borja, ni tampoco era mi intención.
Cuando al final del sexto año de Medicina tuvimos que elegir el Hospital en que
íbamos a hacer el internado, el San Borja no era una de mis preferencias, yo
quería mas bien el Salvador o el San Juan de Dios, que eran mirados ambos como un lugar mejor para el último
año, el del internado, con mas progreso, con una mejor calidad de
entrenamiento. Perdí en el sorteo que
tuvo lugar en los últimos días del año académico, y no solo termine en el
Hospital que no esperaba, si no además, me toco separarme de compañeros con los
cuales teníamos una mistad de varios años ya. Y así la diosa Fortuna me destino
al San Borja, sin saber yo entonces que ese Hospital adquiriría un lugar
tremendamente importante en mi vida persona y académica, así como llegar a
ocupar un lugar muy especial en mi afecto por el resto de vida. Tal vez algo
similar hubiera ocurrido en algunos de los otros hospitales, pero esas son solo
divagaciones para un mundo paralelo, pero también con el factor muy especial de
que los otros hospitales están presentes, sus edificios siguen existiendo. Son
como esos seres queridos de los que uno se ha separado o divorciado de una
esposa tal vez, con todo el dolor que eso significa, pero no el caso de una muerte
irrevocable, cuando a ese ser querido uno no lo va ver nunca mas. El Hospital
San Borja murió, o lo que es lo mismo, desapareció para siempre físicamente.
(Parte de unas
memorias más larga de la época)
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