55 Años de Profesión

ULTIMO TRAMO
Ha sido un largo recorrido, lleno de maravillosas experiencias.
No dejemos que se pierdan en el camino.
Este Blog invita a cada uno de los compañeros de la Generación 1967 a contar su historia y compartirla con el resto.

12 diciembre 2017

Felipe Cabello: Mi recuerdo de Beatriz Allende

Querido Cesar;
En este último tiempo me ha parecido advertir en el blog de la Generación 1967 cierto intento por restituir la memoria y de dialogar acerca de nuestra compañera Beatriz Allende.

No te podría decir que fui amigo de ella, pero compartí con ella en el Hospital San Juan de Dios todos los ramos del cuarto y quinto años, los años 1963 y 1964 y después en el mismo hospital los ocho meses de internado de medicina y cirugía el año 1966.  Además  participé con ella todo el año 1965, si la memoria no me falla, en trabajo de diagnóstico microbiológico en el laboratorio de tuberculosis del San Juan de Dios, de 3 a 4 o más  horas a la semana. Sin lugar a dudas donde más fraternice con ella fue en el internado en el mismo hospital ya que teníamos un contacto diario de 12 o más horas al día y a veces también  los fines de semana.  Además hubo muchas oportunidades para vida social de comidas y almuerzos en restaurants, en la casa de varios docentes y también en dos o tres oportunidades en su casa en GuardiaVieja,  donde una o dos veces compartimos con Salvador Allende en esa época Presidente del Senado. Además el año  1967 nos tocó esperar juntos dar el examen de grado frente  a la misma comisión en el Hospital J. J. Aguirre. Yo lo di inmediatamente, a petición  de ella.


Una vez graduados coincidimos como profesores en la Escuela de Servicio Social de la U de Chile por uno o dos años y si la memoria no me falla otra vez, fue ella tal vez la que me informo de ese trabajo,  que era parcial e interesante. También la encontré en ese periodo,  una o dos veces,  en unas veladas médicas que hacia nuestro profesor Victorino Farga en su casa en Ñuñoa.  La última vez que la vi fue en el verano del año 1972, en un patio de la Moneda, porque me había pedido a mí y creo que a Humberto Abarca y otros profesionales,  visitar a estudiantes en trabajos voluntarios, porque la prensa decía que había debido a la promiscuidad, una epidemia de enfermedades venéreas incluida gonorrea y sífilis que por supuesto  no era tal. Ella había preparado un equipo de salud para tal tarea que viajo en bus a la región un día sábado y domingo.

Nunca más la volví a ver y solo supe de ella  años más tarde al recibir con tristeza la noticia de suicidio. Siempre la encontré una persona de trato extremadamente agradable, responsable, ecuánime y respetuosa de opiniones alternativas, con gran sensibilidad y generosidad para con los enfermos y para con los problemas de sus compañeros,  de los que se preocupaba con cierto espíritu maternal, y lo que siempre me sorprendía, con una timidez que escondía muy bien detrás de su inolvidable sonrisa. Además de una reticencia entendible a hablar de su vida privada que no me sorprendía ya que es una cualidad que yo también he siempre cultivado.

Por esta razón fue que recibía con cierta sorpresa noticias de que en alguna reuniones de curso hace ya muchos años, a las cuales yo no asistí, cuando su nombre era mencionado entre las compañeras fallecidos había en la audiencia exclamaciones de desaprobación hacia ella.  Como esto no me consta,  lo único que puedo decir es que nunca vi en ella como estudiante de medicina o como médico,  actitudes que pudieran justificar este  tipo de manifestaciones y en realidad si esto realmente sucedió, me imagino que era un producto del desconocimiento de su personalidad y de su civilidad.

Durante mis primeros años en EE.UU. me llamo la atención que en la literatura de salud pública en ingles a fines de los 70 y los 80s había admiración por Salvador Allende y su programa de salud pública y por una obra que él había escrito a los 30 años de edad cuando era ministro de Pedro Aguirre Cerda. Estimulado por esto, por mi interés en la epidemiologia de enfermedades infecciosas y por colegas estadounidenses de la U. de Stanford y de la U. de California que me la proporcionaron y me hablaron sobre ella, decidí leer la obra en cuestión hace ya más de treinta y cinco años atrás. Su  lectura fue extremadamente  interesante y me pareció,  como decían los colegas estadounidenses,  digna de una mayor difusión. Durante, su lectura sentí la misma desazón que sentí una vez al visitar el Museo Field en Chicago donde había toda una gran sección sobre la población indígena de Chile, especialmente la araucana, con un respeto profesional y una  riqueza de información que yo desconocía totalmente.

Ambas experiencias me indicaron que nuestra educación a pesar de su excelencia tenia distorsiones importantes provocadas por una visión prejuiciada sobre nuestra  historia.

Tal vez estimulado por estas experiencias, y por mi interés en las enfermedades infecciosas, decidí hacer un análisis histórico  de la obra de Salvador Allende que publique en la revista  Vida Medica en 1988, el cual como veras dedique a la memoria de Beatriz Allende, ya que considere era lo adecuado y lógico dado las circunstancias descritas más arriba.

Si lo crees oportuno te autorizo para subir este mensaje y el articulo al blog para  ver si algún otro compañera/o tiene opiniones al respecto y se pueda tal vez dialogar acerca de este tema con la ecuanimidad y la generosidad que confiere la edad y el tiempo. Creo que esta puede ser una de mis contribuciones a conmemorar nuestros 50 años de médico.

Un abrazo

Felipe Cabello 

1 comentario:

Cesar Vera Medrano dijo...

Queridos colegas: les recomiendo revisar en PAGINAS, el trabajo que Felipe Cabello dedicó a Beatriz Allende.
"LA REALIDAD MÉDICO SOCIAL CHILENA"