55 Años de Profesión

ULTIMO TRAMO
Ha sido un largo recorrido, lleno de maravillosas experiencias.
No dejemos que se pierdan en el camino.
Este Blog invita a cada uno de los compañeros de la Generación 1967 a contar su historia y compartirla con el resto.

PINCELADAS DE MI VIDA por Rosa Zuleta Quinteros

Pinceladas de mi vida.
Nací en Los Andes, el 28 de Septiembre de 1943. Fui la tercera de tres hermanas y la última esperanza de mi papá de tener un hijo que lo acompañara al futbol.
Crecí totalmente consciente de ser feliz (a pesar de acompañar a mi papá al fútbol los domingos al Estadio del Trasandino) rodeada del amor de mis padres y de mi abuelito materno, sabiéndome afortunada y discutiendo con mi primer pololito, que me aseguraba que la felicidad no existía.
Los Andes, en ese tiempo, era un hermoso pueblo de 7 manzanas cuadradas, que en primavera se teñían de color rosa por los duraznos en flor, y que en invierno se cubría de escarcha que, por la mañana cuando iba al colegio con mi hermana Carmen, nos entreteníamos rompiendo el hielo que se formaba alrededor de los árboles.(Lolita, la mayor, era más seria). En las vacaciones, por la noche, recorría en patines las desiertas calles del pueblo, con los “chiquillos del grupo”.

Los años del Liceo volaron y cuando llegué, eufórica, a contar a mis abuelos que había quedado en Medicina en la U y en la Católica, mi abuelita me miró compungida y dijo: “pero hijita, si usted no es tan fea, podría casarse bien”
Mi papá, en cambio, estaba dichoso. Yo siempre quise ser médico como él. Me encantaba acompañarlo en las visitas al campo. Nunca dudé de mi vocación, ni  mis muñecas de trapo, todas “operadas o enyesadas”, ni mi perro Káiser, frecuentemente auscultado, examinados sus oídos y garganta y tratado con inyecciones, afortunadamente para él, sin agujas.
El primer año fue duro, el cambio del Liceo a la Escuela fue un brusco salto, que en un principio me parecía insalvable, pero que poco a poco, y a fuerza de estudio fui superando. También echaba de menos mi casa. Sin embargo fue el principio de amistades que conservo hasta el día de hoy. Mis proyectos eran terminar la carrera, casarme, volver a Los Andes, mis hijas se casarían con el hijo de alguno de mis amigos y vería crecer allí a mis nietos.

Una vez egresados, nos fuimos Pedro Szendro, mi marido entonces, de General de Zona, él a Los Andes y yo a San Felipe. Fueron años de ver crecer a mis dos pequeñas, Paula y Andrea, en un pueblo tranquilo, conocido y amable, que poco a poco fue cambiando de fisonomía hasta ese 11 de Septiembre, en que al escuchar la radio no daba crédito a lo que oía. Ese mismo día, por la tarde, me llamó mi madre, desesperada por que mi papá se negaba a poner la bandera en casa y quería que lo convenciera. “Hijita, me dijo él, yo no celebro la muerte de un amigo”. Habían sido compañeros de curso y Allende venía a casa cuando pasaba por Los Andes. Y no puso la bandera.
Vinieron días de miedo, de amigos que ya no te conocían, de detenciones, de armas apuntándome y de peregrinar por el Regimiento, Carabineros e Investigaciones, buscando al que entonces era mi marido, acusado de estar casado con la hija de un connotado socialista y de ser un guerrillero peligroso; todo firmado por un grupo de colegas, cuyos ingresos se habían visto notablemente mermados con nuestra llegada al pueblo.
Un día de Abril del 74 salí de Chile con mis dos niñas, de 6 y 4 años. De ese día sólo recuerdo que estaba citada a la policía en Santiago, y que mi suegro me dijo:” tú te vas al aeropuerto, no acudes a esa citación”. Suerte que en esos tiempos no existía Internet!! Todo lo demás se ha borrado de mi mente. Recuerdo eso sí, nuestra llegada a Barcelona, donde nos esperaba Pedro, que había salido del país dos meses antes.
(Posteriormente supe que ese mismo día había ido la policía a allanar mi casa y detenerme).
Llegamos a un piso muy humilde, pero en el que dormíamos sin temor cuando sonaba el teléfono o tocaban a la puerta.
Nuestra formación nos permitió acceder a buenos puestos de trabajo y pronto fui contratada en Laboratorios Merck como adjunta al Departamento Médico, pensando en un horario de 8 a 5, que me permitiría compaginar trabajo y hogar. Sin embargo, llegué en pocos años a ser Medical Manager of Self Medication, con una vida que en nada se parecía a la que había imaginado: viajes por casi toda Europa, Asia, África y algunos países de Sudamérica, presencia en los medios: radio y televisión. Por entonces, ya divorciada, dedicaba todos mis fines de semana a mis niñas, ya adolescentes y mis mejores amigas, aliadas y compañeras hasta el día de hoy.
Después de 25 años en Merck, di un salto cualitativo, y previo un año sabático, me incorporé a Santiveri, empresa familiar fundada en 1885, dedicada a la Medicina Natural y a la Dietética. Mi función en el Departamento Médico, además de formación de la red, consistía en dirigir un grupo de 35 dietistas distribuidas por toda la geografía española.
Más viajes por el país y también por Europa, con actividad docente en el IUSC: (Iternational University Study Center) y presencia en medios de comunicación. Me acostumbré a tener el equipaje siempre listo y a pesar de lo que implica tanto viaje, fue una etapa laboral muy grata, en un ambiente increíblemente cordial. Tras 12 años de trabajo, en los que aprendí que lo natural no es inocuo y que puede ser compatible y coadyuvante de lo farmacológico, jubilé, entre mis lágrimas y las de  mis compañeras de departamento, todas tan lloronas como yo y con las que sigo manteniendo un estrecho contacto.
Actualmente reparto mi tiempo entre la familia: mis hijas Paula y Andrea, con sus respectivos marido y pareja, y mis cinco nietas entre los 14 a 24 años; además me dedico a la labor social de la Cruz Roja en un pequeño pueblo cercano al que vivo, sigo viajando, ahora por placer, y por supuesto, juego a la canasta.
Todo muy distinto a lo que imaginaba, cuando pensaba que nunca me movería de Los Andes. Pero ha sido una experiencia vital muy variada y por encima de todo siempre rodeada de personas buenas y generosas, que al llegar nos acogieron con los brazos abiertos, cuando sólo traíamos nuestro título bajo el brazo y que posteriormente han formado un círculo de buenos amigos, con los que comparto los tranquilos días de lo que llaman la Tercera edad y sobretodo rodeada del cariño de mis hijas y nietas, que son la fuente de mi felicidad.

Rosa Zuleta Quinteros
Sant Andreu de Llavaneres, Abril 2017

2 comentarios:

Unknown dijo...

Mi madre coincide en ambos apellidos con ud me parecio curioso,muy bonita historia

MIMI dijo...

Mi madre es de Chile y tambien coincide en ambos apellidos jaja