55 Años de Profesión

ULTIMO TRAMO
Ha sido un largo recorrido, lleno de maravillosas experiencias.
No dejemos que se pierdan en el camino.
Este Blog invita a cada uno de los compañeros de la Generación 1967 a contar su historia y compartirla con el resto.

Taote Vera : Mi Dulce Patria

Una historia del campo

Por Taote Vera.

Desde tiempos ancestrales, los dueños del fundo  “Mi Dulce Patria”, criaban y entrenaban mastines y dogos, con el propósito de proteger sus tierras. 
Los mastines eran ejemplares de constitución musculosa, fuertes mandíbulas, gran cabeza y hocico corto, Expertos entrenadores extranjeros se turnaron por años hasta posicionarlos entre los mejores del mundo. 
Bastaba la voz de mando “Al Rojo!!!” para que ellos se abalanzaran sobre los muñecos de entrenamiento y los despedazaran en pocos minutos.

Los propietarios de fundos vecinos también entrenaban mastines, pero estos nunca alcanzaron la calidad y fiereza que caracterizaba a los de “Mi Dulce Patria”.De hecho, un par de veces, los dueños de los fundos del norte los desafiaron, resultando ampliamente derrotados. 

Los dogos fueron entrenados para la vigilancia del predio y para combatir a los bandoleros. En las noches el patrón hacía que los soltaran para que los inquilinos durmieran tranquilos y sin preocupaciones. Los forajidos y cuatreros temían enfrentarlos.


Los inquilinos del fundo también estaban muy orgullosos de las razas que habían ayudado a cuidar, alimentar y proteger. Gozaban de las exhibiciones que el patrón organizaba periódicamente para demostrar la destreza de los fieros mastines.En varios cánticos, que se les enseñaba a los niños, se mencionaba a los heroicos mastines.


Sin embargo, bajo este aparente clima de paz y trabajo, había un sentimiento creciente de malestar entre los inquilinos. 

Las condiciones de sus chozas, dentro de las cuales vivían hacinados, estaban muy por debajo de la calidad de las instalaciones destinadas para los mastines y dogos, para que decir, con los lujos de la casa patronal. 

La cuota de alimentos que les permitían dejarse para ellos, de lo que cosechaban o faenaban, también era exigua e insatisfactoria. 


Además, querían que sus hijos fuesen a la escuela, pero esta quedaba tan lejos del fundo que el esfuerzo de la larga caminata limitaba la asistencia de los niños, quienes sólo podían hacerlo con buen clima. 


Como el descontento aumentaba los inquilinos más viejos del fundo  decidieron pedirle, muy respetuosamente al administrador, una reunión con el patrón para expresarle estos sentimientos. 


El patrón, que en realidad era solo uno de entre los varios dueños del fundo, que se turnaban para dirigirlo,  accedió y los recibió con condescendencia, sentado tras su gran escritorio de caoba, mientras ellos permanecían de pie.


Bastante inhibidos en el gran despacho le expresaron tímidamente que necesitaban decirle que, “les parecía”, sus chozas y sus alimentos estaban muy por debajo de las instalaciones y las comidas que recibían los mastines. 


Ellos habían nacido, crecido y trabajado arduamente en “Mi dulce patria”, estaban tremendamente orgullosos de pertenecer a este lugar, que cuidaban y cultivaban con esmero, pero deseaban condiciones más dignas para vivir, además,  que se mejorase la cuota de alimentos y que se les ayudara con transporte para que sus hijos pudiesen recibir educación.


El patrón no podía creer lo que escuchaba, gente tan mal agradecida no imaginaba. 


Les hizo ver que esas chozas las habían construido sus propios abuelos, así que ellos eran responsables de la mala calidad. Les recordó que, además de la cuota de alimentos que él autorizaba a retirar de lo cultivado, toda la comida que sobraba en la casa patronal, siempre se les regalaba y, finalmente, que la única educación que requerían sus hijos era manejar bien la pala, el chuzo y el arado. 


Así que los despachó con viento fresco y les recomendó ir a bañarse, porque habían dejado su despacho hediondo a sudor. 


Los inquilinos se retiraron avergonzados.Al llegar a sus casas sus familiares los esperaban ansiosos de buenas noticias.Pero estas no llegaron.

Los mayores se cuestionaron y pensaron que habían sido inoportunos e irrespetuosos. 
Pero los jóvenes se juntaron en una barraca y decidieron que los adultos eran unos débiles. Ellos  harían que el patrón los escuchara y atendiera sus justas peticiones. Así que esa tarde se organizaron y partieron hacia la casa patronal, cantando melodías tradicionales de niños y aplaudiendo a quienes inventaban nuevas estrofas alusivas a sus propósitos.


Al anochecer, los sirvientes de la casa corrieron a alertar al patrón que se acercaba un grupo que les parecía peligroso.El patrón sintió los gritos de los jóvenes y les ordenó a sus sirvientes que fuesen a averiguar de que se trataba.Los sirvientes no se atrevieron a salir y trataron de escuchar desde lejos. 


Los jóvenes pedían que les abriesen el portón del patio delantero para hablar con el patrón. Este dió orden de mantenerlos afuera y obligó al administrador a ir a preguntarles qué queríanLos jóvenes se negaron a hablar con el lacayo. 


Pero estaban tan agolpados en el portón que este cedió y se vino abajo.Desde su balcón, el patrón vio lo que sucedió y a unos once jóvenes entrando a su jardín.Se alteró mucho y caminó con el administrador en dirección al corral de los mastines, en donde se encontró con el encargado de adiestrarlos y le dio orden de sacar a los más fieros para amedrentar a los jóvenes. 


Como percibió que el hombre vacilaba, empezó a abrir con sus manos las puertas de las jaulas de los mastines. En vista de lo cual, el adiestrador  le indicó que él se haría cargo. 
Eligió diez mastines y salió con ellos al jardín en donde estaban los jóvenes, sentados en el césped, cantando y esperando al patrón.

Entonces el patrón, desde atrás, intempestivamente gritó con fuerza y rabia “Al Rojo!!”.
Los mastines se abalanzaron  sobre los jóvenes, quienes salieron corriendo, pero varios de ellos fueron alcanzados, mordidos y heridos. Tres cayeron al suelo y fueron víctimas fatales de los mastines más fieros. Los jóvenes que no entraron y miraban desde fuera del portón también trataron de escapar, pero  muchos fueron alcanzados y sufrieron graves heridas.


Cuando llegaron a sus chozas, los viejos no cabían en su asombro. Aquellos mastines que admiraban y tanto los enorgullecían, habían destrozado a sus hijos. Tres de los jóvenes habían perdido la vida.


La terrible noticia se propagó por los campos y llegó a la ciudad.Los amigos y socios del patrón lo felicitaron efusivamente porque así era la única forma como entendían estos rotos malnacidos.


Un par de periodistas se asomó por el fundo y el dueño les informó que lamentaba muchísimo lo sucedido y que, como medida inmediata había despedido al administrador y al adiestrador de los mastines.
Habían sobrepasado sus instrucciones de sólo intimidar y proteger la casa. Nunca les ordenó que los mastines atacaran a los jóvenes

Lo que no les contó fue que a ambos les había pasado una suculenta suma por irse y mantener la boca cerrada.


En la ciudad, algunos abogados decidieron ir a ofrecer sus servicios a los inquilinos para hacer las denuncias y llevar el asunto a los tribunales. En un principio los viejos desconfiaron, no les gustaban esos señores encorbatados que les venían a ofrecer Justicia. Entonces los abogados se dirigieron a las madres de los jóvenes muertos y heridos. Las convencieron que sus hijos merecían Justicia. 


Así que, finalmente, entre todos juntaron algo de dinero, que los abogados tomaron prestamente, indicándoles que volarían a los Tribunales.


Para sorpresa de muchos, el patrón ordenó que las labores del fundo no se detuviesen y no hizo más comentarios sobre lo sucedido ni menos sobre la demanda.


Pasaron los meses, las madres se turnaban para viajar a la ciudad para que los abogados les informaran. Ellos les explicaban que estos eran procesos lentos.


A los tres años los abogados llegaron con buenas noticias, el Tribunal había acogido la demanda y fallado a favor de los inquilinos.Las condenas se conocerían en un mes. 

Las madres estaban felices, finalmente se haría justicia con sus hijos!.Los viejos y jóvenes también festejaron pero les llamó mucho la atención que el patrón se paseara inmutable por el fundo, dando órdenes, como si nada hubiese ocurrido.


Al mes, un gran número de ellos, mujeres, hombres y jóvenes, viajó a la ciudad a escuchar el dictamen, que fue el siguiente:


Se castigó con pena de muerte a los dos mastines  que habían asesinado a los tres niños y a ser sacrificados de inmediato.Se condenó a ser encerrados en el corral municipal, por el resto de sus vidas a los mastines que mordieron gravemente a niños. 


El adiestrador fue condenado  a tres años de cárcel en la prisión de alta seguridad de Tapeuc, por haber azuzado a los mastines con los gritos de “Al Rojo!”, cosa que el infeliz negó siempre.


Al administrador se le obligó a pedir perdón público a los familiares, lo cual hizo a regañadientes en el mismo tribunal.

El juzgado acogió el argumento de la defensa de que nadie podía ser responsable de actos de terceros, ni menos de mastines y  decidió que el patrón no había cometido delito alguno y era inocente, pero se le instó a considerar algunas mejoras para sus trabajadores.


Los inquilinos agraviados y el dueño de “Mi dulce Patria”, encontraron muy justo el fallo.


El hacendado quiso hablar con los periodistas y les comunicó, con voz engolada, que él siempre acataba los fallos de la Justicia, y que ese día no sería diferente. Mas aún, que en un gesto magnánimo de reconciliación con los inquilinos, había decidido tomar tres importantes medidas:


La primera, que otorgaría un crédito de largo plazo a los inquilinos para que repararan sus pobres chozas, y que, para facilitar el pago, las cuotas se les descontarían automáticamente del sueldo mensual.  No mencionó que el interés que les cobraría era más alto que el interés que le pagaba el Banco por sus depósitos, por lo que este crédito era negocio redondo, más aún que las viviendas estaban dentro de su propiedad.


La segunda medida, que se aumentaría la cuota de alimentos en un saco de papas al año por familia, papas que eran cosechadas por los inquilinos, y que les vendería el resto de lo cosechado que necesitaran, a un precio muy razonable y subsidiado.


La tercera medida, que pondría a disposición de los hijos en edad escolar, la mejor de sus carretas, con dos caballos, para que los transportara diariamente a la escuela del pueblo más cercano. El módico alquiler de la carreta también se los descontaría del sueldo mensual.


Para beneplácito de los dueños del fundo, la paz volvió a reinar en “Mi dulce Patria” y los inquilinos volvieron a disfrutar de las exhibiciones de destreza de los mastines, aunque algunos jóvenes preferían concurrir en esos día al cementerio a llevarles flores a sus hermanos.

Fin.

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