55 Años de Profesión

ULTIMO TRAMO
Ha sido un largo recorrido, lleno de maravillosas experiencias.
No dejemos que se pierdan en el camino.
Este Blog invita a cada uno de los compañeros de la Generación 1967 a contar su historia y compartirla con el resto.

El Ermitaño de las Chilcas. Un cuento por Taote Vera



Me bajé del auto y me fui acercando a él, pero, de inmediato, empezó a huir.
Muchas veces lo había visto al transitar por esa cuesta y había conocido las leyendas que se tejían en torno al “ermitaño de Las Chilcas”, la más difundida era que se trataba de un médico que había perdido su familia en un accidente.
Esta vez estaba cerca de la berma recogiendo un paquete que le había dejado un camionero. 

Algunos presuntos conocedores de la leyenda le llevaban alimentos y bebidas. También le dejaban ropa, la cual parecía despreciar pues siempre lo veía vestido con una especie de chaquetón verdoso harapiento y pantalones azules o grises.

Le grité “le traigo comida, Juanito”, pues algunos parroquianos de la picada Los Hornitos, me habían comentado que así se llamaba, No me hizo caso y continuó con su huida.  Entonces le grité “no huya colega!”, lo cual lo hizo vacilar un poco, pero continuó avanzando entre las enormes rocas de ese lugar. 

- “Doctor, espéreme”, vi que su rostro se desfiguraba y con mucha fuerza intentó saltar una gran hendidura, sin lograrlo, Cayó, golpeándose duramente contra la roca. Corrí hacia él, mientras me gritaba con furia, “váyase, váyase, déjeme tranquilo!”, trataba de salir pero tenia atrapada una pierna y no podía desprenderla.
Con congoja le pedí perdón por mi imprudencia mientras le rogaba que me dejase ayudarlo.

Clavó su vista en el risco más alto y se quedó inmóvil.
Lentamente me acerqué a auxiliarlo y no se movió, Evalué cual podría ser el mejor modo de destrabarle el pie atorado, lo cual se veía difícil. Recordé que en el paquete que le llevaba había puesto una botella de aceite de cocinar. Busqué una rama larga, la introduje hasta su pié y empecé a verter el aceite en la rama, el cual fue impregnando sus tobillos.
Entretanto, él continuaba con la vista clavada en el infinito, como si yo no existiese.
Una vez que el pie estuvo bien impregnado, le dije que lo tomaría desde las axilas para levantarlo y que él fuese retirando el pie. En el primer intento, me resbalé y caí sentado, me miró y noté una mirada de sorna en sus ojos, pero de inmediato desvió la vista hacia el risco.

Tenía una contextura muy escuálida, por lo cual no me costaba levantarlo, solo necesitaba un buen punto de apoyo, iba a intentarlo de nuevo, pero me hizo un gesto con la palma de su mano y me detuve. Empezó a mover cuidadosamente el pie, permitiendo que el aceite escurriese por los lados y, después de un rato me hizo una señal para que continuase levantándolo. Esta vez, el pie se desprendió con facilidad y quedamos sentados juntos sobre la roca, sin decir nada. No me atrevía a hablar. Temía que saliera escapando de nuevo.

Él no apartaba la vista del risco.

Nunca había pensado que los ruidos de los vehículos que transitaban por la carretera, perturbaran tanto la quietud del lugar, posiblemente por ser un lugar encajonado, los ruidos se potencian. A pesar de ello, sentado a su lado, se percibía un halo de paz.

Sumido en esos pensamientos me sobresaltó un ronco vozarrón.

- Así que es cierto que usted es médico…

- Si 
- ¿Y donde ejerce?
- En La Serena 

Se produjo otro largo silencio, luego, con voz muy débil, musitó

- Para allá íbamos….  
Me pareció ver que sus ojos se nublaban levemente. 
Mi corazón latía apresurado, la verdadera  leyenda estaba ante mi y no quería perderla. Acostumbrado a tratar con pacientes y conocer el interruptor que enciende la catarsis y desencadena la liberación emocional, esta vez no sabía que decir, lo miraba embobado, lo cual percibió y noté nuevamente esa mirada de sorna. Intempestivamente recuperó el vozarrón y me espetó

- ¿Y..doctoorrr…?. 

Yo permanecía mudo, tal como la primera vez que, de niño, enmudecí en un acto colegial de teatro, invadido por pánico escénico, provocando las risas de mis compañeros.


- No creo que me haya venido a dejar alimentos solo porque tiene un alma generosa, algo más se trae debajo de la cotona…doctoorrr…
- Eeehhh, si, claro…ehhh…yo he escuchado leyendas que se comentan respecto a usted y pensé que…quizás… usted…
- ¿Le iba a contar mi historia? ¿Por una caja de cosas que no necesito?…. bastante iluso el doctoorrr… ya llevo diez años buscando entre estas rocas, se me han acercado muchos curiosos como usted, haciendo preguntas imbéciles y los he tenido que ahuyentar a peñascazos.. se han ido con sus buenos chichones!… 
- ¿Como es su nombre?
- Usted me gritó “Juanito” ¿no? quédese con eso
- ¿Pero, es su nombre?
- Quédese con eso ¿y cual es el nombre suyo?
- Cipriano Rivas
- Cipriano… jeje…Bueno Cipriano, mucho gusto y chao. 
- Pero…
- Quiere un peñascazo, Cipriano?
- ¿Podría pasar otro dia a conversar con usted?, yo viajo todos los viernes desde La Serena a Santiago y paso por acá a esta hora… quizás podría ayudarlo a encontrar lo que busca entre las rocas…

Se sobresaltó mucho y me gritó


- Yo no ando buscando algo!!
- Lo siento, lo siento!!, me confundí, creí haberle escuchado que buscaba algo, perdón…

Dio media vuelta y se alejó raudo, me senté en la roca, con la cabeza entre las manos, con la profunda convicción que había desperdiciado una oportunidad única.
Cuando levanté los ojos para empezar a caminar hacia mi auto, lo divisé arriba de una roca, hierático, contemplando el infinito.

Seguí viajando todos los viernes a Santiago y no lo divisé más. Pregunté por él en una posada de LlayLlay y noté que lo estaban olvidando.A veces me detenía y gritaba su nombre, pero con poca esperanza, dado el ruido del trajín vehicular.

Pasaron dos años desde ese memorable encuentro, la Autopista Aconcagua había anunciado grandes obras de la cuesta de Las Chilcas y pensé que se acababan las posibilidades de verlo y hablarle. El nuevo diseño de la carretera iba a significar movimientos de tierra, maquinarias por todos lados y muchas personas trabajando dia y noche,  Juanito no iba a poder ahuyentarlos a peñascazos.

Cada semana, al pasar por la cuesta, lo hacia lentamente tratando de ver alguna señal de “Juanito”, sin éxito. Pero un nublado viernes,, enfrente al lugar donde lo encontré la primera vez, divisé un cartelito, hecho en la tapa de una caja de cartón, que decía “Hola Cipriano”

Me detuve en el primer lugar que pude, incrédulo y emocionado, estacioné mi auto con las luces intermitentes encendidas y bajé hasta llegar al lugar en donde estaba el letrero. Lo tomé y lo levanté gozoso, recorriendo con mi vista las rocas. Habré estado unos veinte minutos así, algunos camioneros hacían sonar su bocina estridente al ver mi auto en la estrecha berma, y de pronto lo vi, de pie en el mismo risco, mirando el entorno. 

Fui avanzando cuidadosamente hacia él, sintiendo alegría porque no se movía ni intentaba escapar.
Cuando estuve cerca, descendió y se sentó en una roca. Con la mirada me indicó que me sentase en la roca de enfrente, 

- Hola Cipriano
- Hola! (No dije más pues no quería sufrir la mala suerte del encuentro anterior)
- Estoy enfermo y moriré luego Cipriano, así que decidí contarte lo que he andado buscando estos larguísimos años. 
- (Silencio)
- Veo que has aprendido a callar y a escuchar, eso me gusta, hazlo con atención y no me interrumpas, pues no repetiré nada. 
- (Silencio)
- (Dió un largo suspiro y clavó en mi su mirada inescrutable) Bien,… Era el tiempo de vacaciones de invierno y decidimos llevar a nuestras hijas a conocer La Serena, Tenia una linda familia, una esposa estupenda, muy compañera y afín en mis gustos, tres hijas maravillosas e inteligentes, La mayor era como su madre, con una tremenda capacidad de establecer buenos contactos y formar equipos, mientras que las mas chicas se parecían a mi, mas introvertidas.
A los veinte años de esforzado trabajo había logrado lo que llaman una buena situación, tenia una linda casa, un buen auto, las hijas en buenos colegios y tiempo para compartir en familia.
El viaje a La Serena lo organizaron las mujeres y los preparativos fueron un gran acontecimiento, sentíamos verdadera felicidad, Cipriano.
Salimos temprano de Santiago, pensábamos almorzar en Los Vilos, nos habían recomendado un restaurante llamado La Casa de Piedra, en donde decían que se comía muy buen pescado. Nunca llegamos a probarlo.
Ahora que lo digo, realmente encontré mi “casa de piedra” en este lugar, en el cual he vivido tanto, tanto, tiempo. 

- Antes de seguir, me gustaría saber si tu, Cipriano, ¿harías algo por mi, después que yo muera?.

- Por supuesto
- ¿Me lo prometes?
- Si es algo que yo pueda hacer, se lo prometo. 
- ¿Seguro?
- Seguro
- Confío en ti……Recuérdalo Cipriano: confío en ti … 


Dio un largo suspiro… 

- Veníamos felices y cantábamos repetidamente una vieja canción en inglés, llamada Cotton Fields, que tiene una letra muy simple y pegajosa. Cada hija inventaba una nueva estrofa, cual mas divertida. ¿La recuerdas?..”When I was a little bitty baby, My mama would rock me in the cradle, In them old cotton fields back home”.… Nos parecía muy divertida esa parte de “in them old…” pues se prestaba para cambios de voz que nos arrancaban carcajadas, De pronto, nuestro mundo se terminó, si bien la velocidad máxima en ese sector es de 80, en la bajada uno tomaba más velocidad, iría a unos 95 cuando, intempestivamente, un auto que venia en sentido contrario, fue chocado por atrás y saltó a nuestra pista, delante de nosotros. Aún recuerdo el rostro del joven conductor desfigurado por el pánico. Intenté esquivarlo pero me desvié a la pista contraria, en donde una camioneta me embistió por el costado, haciendo que mi vehículo volase hacia el barranco. 
Sentí el largo y desgarrador grito de mis niñas, y en mi mente, por segundos eternos, solo me daba vueltas un pensamiento.. “Dios, mis hijas nooo!. El golpe fue durísimo y perdí la conciencia. Cuando la recuperé, inmediatamente busqué a mis hijas y, con espanto vi sus cuerpitos tendidos encima de diferentes rocas, mi esposa yacía a mi lado, sangraba por los oídos, le busqué pulso y no lo encontré, gritando desaforadamente logré salir del destruido vehículo y corrí hacia mis hijas. Las examiné una a una, Estaban muertas. Cipriano!.. Estaban muertas!!  Me puse a gritar, a reclamarle a Dios, “porque te llevaste a ellas y no a mi,  Dios! “. Estaba en eso, gritando y llorando cuando una ronca voz detrás mío “Que tragedia! están muertas las cuatro?” Era un viejo sucio y andrajoso, con su cabello amarillento en desorden y una barba multicolor, “Si, si, que tragedia!, por que no fui yo Dios!!,,,daría todo lo que tengo porque no hubiese pasado esto y estuviesen vivas!!” “¿Ah si?, me dijo el viejo andrajoso, ¿darías todo lo que tienes si estuviesen vivas?” “Por supuesto, viejo imbécil” “¿Si viviesen, me darías todo lo que tienes, a mi?” Me sorprendió la pregunta del viejo desquiciado, no estaba para mantener esa conversación incongruente así que me alejé de él. Pero el viejo andrajoso me siguió y metros más allá, repitió su pregunta, que si yo le daría todos mis bienes a él, si mis cuatro amores viviesen. Me di vuelta con rabia “Obvio viejo loco, pero revivirlas es imposible, tienen sus cráneos destrozados!” Por tercera vez repitió su estúpida pregunta y le conteste con mucha fuerza “Claro que te daría todo lo que tengo si ellas viviesen, pero no sigas preguntándome eso, es una locura!”. El andrajoso asintió con la cabeza, se subió a una roca desde donde se veían los cuatro cadáveres, levantó sus manos y chasqueó sus dedos.. Lo miré con lástima, era seguro que creía su farsa. Sin embargo, empezó a suceder algo increíble, las cuatro empezaron a mover sus cuerpos, corrí, gritando, riendo, llorando, hacia cada una y las fui abrazando, estaban vivas!!, sentía que el corazón se me iba a reventar. El andrajoso se acercó y me preguntó si era eso lo que yo quería, le contesté que si, que duda le cabía, que no podía sentir más felicidad, entonces me pidió que le diese mis datos para que nos reuniésemos y le transfiriese todos los bienes que tenía. Lo miré con curiosidad, creí que bromeaba, pero no, me lo estaba diciendo en serio. Estallé en risa, le dije que estaba loco, que todo había sido una casualidad, que yo creí que estaban muertas pero que, obviamente, solo estaban aturdidas y que en eso él no tenía arte ni parte. Solo mirar su cara seria, convencido que él lo había logrado, me provocaba carcajadas. Me volvió a preguntar si de verdad no le iba a entregar todo lo que yo tenía por haber recuperado a mi familia. Entre risas se lo negué, le dije que estaba loco, que no insistiera, Me miro seria y profundamente, me dijo “está bien”, se volvió a subir a la roca, levantó sus brazos y chasqueó sus dedos. Al instante vi como se desplomaban mis hijas y mi esposa, corrí hacia ellas y con terrible angustia, comprobé que estaban muertas. No lo podía creer. Me di vuelta para hablar con el viejo pero ya no estaba. Salí corriendo tras él, pero había desaparecido. Desde entonces lo busco, para entregarle todos mis bienes y para que vuelva a la vida a mi familia. Pero ya voy a morir, Cipriano,  y no lo he encontrado
Yo estaba paralizado con el fantástico relato de “Juanito”, nunca imaginé esa historia, que excedía con creces a todas las leyendas que circulaban sobre el ermitaño de las Chilcas. Balbuceé algunas palabras incoherentes, le tomé las manos, las que retiró de inmediato y me dijo.


- Bien Cipriano, ahora te diré que debes hacer después que yo muera, lo que me prometiste hacer
- Si, Juanito, dígame
- Quiero que después que yo muera, sigas tu, buscando al andrajoso y, cuando lo encuentres, le pidas que devuelva a la vida a mi familia y le entregues todos mis bienes, que transformé en dinero y ya hice depositar en tu cuenta bancaria.
- Pero Juanito, yo no podré hacer eso, ademas creo que todo es un delirio, Lo soñaste y al despertar después del accidente, lo creíste. Creo que no existe el andrajoso.
- Tu me prometiste Cipriano, yo confié en ti, 

Diciendo esto, se levantó, se encaramó en una roca, alzó los brazos al cielo y se aprestó a chasquear sus dedos. 

Imaginé que me iba a ocurrir algo terrible.


- Grité, no, no Juanito!, no lo hagas, cumpliré mi palabra. Seguiré buscando al andrajoso después que tu mueras. 
Por primera vez, lo vi sonreír, me dijo 
- “Gracias Cipriano”. 

Enseguida chasqueó sus dedos y cayó muerto.

Así que aquí estoy, en las Chilcas, cumpliendo mi promesa, esperando encontrarme algún día con el andrajoso, pedirle que reviva a las cuatro mujeres, entregarle el dinero de Juanito y poder seguir mi camino. 

- Y si alguno de ustedes va a importunarme en mi misión, lo ahuyentaré a peñascazos!

Cipriano Rivas

4 comentarios:

Victor dijo...

TREMENDO cuento Cipriano. Creo que puede ser una muy buena película como "The Invisible Guest".

repu2047@gmail.com dijo...

tremendo cuento cipriano, lleno de enseñanza, me toco el alma, muchas veces en mis viajes al norte divise al ermitaño, también tuve curiosidad de se historia, la enseñanza va por , lo inesperado de la vida , la que se termina solo el dia que nos toca. con todo lo que eso implica, gracias por tu publicación, me gusto, atte . Ruben Pinochet.

Unknown dijo...

Gran escrito, tuenes mucho talento, no has pensado desarrollar esa veta ?
Cariños

Unknown dijo...

El cuento me parece interesante y bien escrito. Y tiene una moraleja. Yo nunca supe de ese hermitaño como sí lo dice uno de los comentaristas.Pero es interesante armar una buena historia como ésta a propósito de esos supuestos locos con los que a menudo nos cruzamod, ignorándolos. Detrás de alguno de ellos puede haber una tragedia como la de Juanito. La moraleja: Nosotros estamos acostumbrados a recibir grandes promesas de familiares que piden que hagamos un milagro con su pariente enfermo. Consumado el milagro, no nuestro sino de la terapeutica, el milagro se minimiza y las promesas se olvidan.