55 Años de Profesión

ULTIMO TRAMO
Ha sido un largo recorrido, lleno de maravillosas experiencias.
No dejemos que se pierdan en el camino.
Este Blog invita a cada uno de los compañeros de la Generación 1967 a contar su historia y compartirla con el resto.

13 febrero 2020

Juan Antonio Bocaz Sandoval: un amigo inolvidable y querido.

por Felipe Cabello C.

El fallecimiento de nuestro compañero y amigo Juan Antonio me ha hecho recordar la influencia de su vida en mi vida, y la época feliz de nuestra adolescencia tardía y de los albores de nuestra verde adultez.  
En ellas, nuestros mayores sobresaltos lo constituían los exámenes de los laboratorios prácticos y de curso de las asignaturas de ciencias básicas en la Escuela, y a menudo los amores sin corresponder. 
Para hacer este recuerdo comenzare con el primer par de fotos que nos muestran a Juan Antonio, Hernan, Eduardo, Ernesto y a mi bromeando con una motoneta que no nos pertenecía, afuera del Anexo Borgoño, probablemente en la tarde, antes de las clases de Histología o Bioquímica, el año 1961. En estos pasatiempos livianos, que hacían más llevadera la a menudo onerosa vida estudiantil, Juan Antonio sobresalía por su sano buen humor, sus certeras ocurrencias, su persistencia lúdica y su clara, sonora e inconfundible risa.  


En la segunda serie de fotos, aparecemos los mismos individuos con disfraces (menos Hernan que era tal vez era más cuerdo y maduro que nosotros) y se agrega la gracia característica de Victoria. La primera foto es en la casa de Eduardo antes de partir al Estadio Frances a una fiesta de donde es la segunda foto, tal vez el año 1963. En la segunda foto aparecen también nuestro ayudante de Anatomía (1960) el Dr. Ivar Donoso y el hermano de nuestro compañero Gustavo Pérez N.  Recuerdo, que la obtención de los disfraces, fue precedida de una gran aventura, que incluyó el escalamiento furtivo de altos muros y el mantener a perros y a custodios a raya, de manera bastante riesgosa. En esta aventura Juan Antonio nuevamente tuvo un papel organizativo protagónico y su tranquilidad en las fotos desmiente las angustias compartidas previas a ellas. Para estas alturas Juan Antonio, y los otros amigos del grupo, habían pasado a constituir parte integral de mi vida ya que yo compartía con ellos y sus familias tanto o más tiempo fuera de la Escuela como en ella. 

Si mal no recuerdo, jamás pudimos convencerlo de ir de vacaciones con nosotros a otros destinos, ya que su retorno al terruño le era fundamental. Este cariño por el terruño, que compartíamos, nos hacía tener una visión común y un tanto escéptica de las atracciones y de la vida en Santiago y esto fue un tema de conversación frecuente entre nosotros.  

Juan Antonio estaba relacionado con antiguas familias del Partido Radical de la región del Ñuble, y en el INBA había pertenecido si no me equivoco a la Juventud Radical, esto lo hacía un interlocutor espontaneo de mi padre, que como muy buen radical y masón, conocía a muchas de las personas que Juan Antonio también conocía, encontrando frecuentemente temas comunes de conversación. 
En este contexto Juan Antonio y yo compartíamos también un ateísmo saludable pero respetuoso y tolerante de otras creencias, que facilitaba nuestra amistad, y que permaneció con nosotros al parecer inalterable a lo largo de nuestras vidas.

El cariño y la hospitalidad de Juan Antonio y su familia hacia mi eran un fiel trasunto de lo estrecho de nuestra amistad y recuerdo especialmente con especial afecto, veladas en la casa de su hermana la profesora Aura Bocaz S., quien con su marido Leo, nos introducían a las sofisticaciones de la vida capitalina, incluyendo los temas culturales de moda y a los para mi elaborados aperitivos, que Leo preparaba con gran gentileza y maestría. Aura Bocaz ya era en esa época una connotada profesora de inglés en el Instituto Pedagógico de la U. de Chile y el Instituto Chileno Norteamericano de Cultura y me deslumbraba con su sencilla elegancia y su natural sofisticación. Siempre pensé, sin preguntar, que ella influía positivamente en la distinción y el gusto que caracterizaban el vestir y la apariencia de Juan Antonio, durante nuestros años de estudiantes.
Las fotos siguientes son de treinta y cuarenta años más tarde y creo que su existencia es un testimonio a la fuerza afectiva de los lazos creados entre nosotros durante los años compartidos en la Escuela de Medicina, los que han persistido imborrables por 50 años o más, como lo demuestran las ultimas fotos donde aparece Juan Antonio en el año 2017, en la última comida que compartimos. 


Sin embargo, mis recuerdos y afectos por Juan Antonio van mucho más allá de estas fotos, ya que yo compartí con él, muchos otros momentos de manera individual y además nos unían ciertas comunidades de origen que hacia nuestra relación profunda, satisfactoria y fluida. Juan Antonio, al igual que yo era de provincia y a pesar de haber estudiado en el INBA en Santiago, sentía por la región de Ñuble y de Chillán una gran nostalgia y recuerdo, por ejemplo, que a medida que las vacaciones de verano se aproximaban, comenzaba a ponerse expectante e intranquilo planeando su viaje a la playa de Dichato y a la celebración de la festiva semana dichatina, por la cual sentía un entusiasmo sin igual. 


La madre de Juan Antonio, la Sra. Aura Sandoval al igual que mi madre era profesora, y esta comunalidad de la profesión materna hacía que Juan Antonio tuviera una relación muy natural y de respeto mutuo con mi madre, con la cual siempre conversaba de manera muy amena y atenta. 
Por esta razón, mi madre apreciaba a Juan Antonio muchísimo y esto aumentaba también por supuesto la desenvoltura y el apego en nuestra relación. 




Podría continuar rememorando otros momentos felices de nuestra amistad, pero para terminar quisiera decir que Juan Antonio tenia entre muchas, dos cualidades que hacían de su camaradería una fructífera y generosa experiencia. Una era su espontanea franqueza y la otra su sentido vigoroso de justicia, la primera manifestada de manera permanente y el segundo defendido siempre con gran vehemencia, lo que hacia la relación de amistad con el totalmente trasparente y llana. Gracias Juan Antonio por tu amistad pródiga y el corto pero inolvidable tiempo que pasamos juntos y siento que no se haya dado la oportunidad para yo haber conocido en tu presencia a tus dos hijas, de las cuales me hablabas siempre con tanto cariño y orgullo y a las cuales ofrezco aquí mis más sentidas condolencias.    

 Agradezco a mi madre el haber salvado de vicisitudes las fotos en blanco y negro y a Hernan Bruna M. por conversaciones gratas acerca de Juan Antonio y su vida. 

Felipe Cabello Cárdenas